Las
tejedoras andinas contemporáneas comparan el entrelazado de la trama y las
urdimbres con una serie de letras escritas, como hicieron sus antepasados
hablando de la faja de la princesa inca (Murua en Desrosiers, 1986), lo que
quiere decir que en el mismo hilo se inscribe algo de información y la
composición de una faja puede ser decodificada. De esta manera, el tejido lleva
la información a la vez que sirve como un medio de construcción (Arnold y
otros, 2000: 38). Los cronistas, los autores contemporáneos y los informantes
demuestran que los textiles codifican y depositan información sobre la
producción y reproducción local, la ecología andina y la organización social de
tiempo y espacio, la flora, la fauna y la avifauna.
Como mapas de la dinámica territorial
los textiles señalan los sitios de la topografía local y el modelo de caminos que los entrelazan.
Algunos tejidos, por ejemplo el aguayo, expresan este esquema mediante la
relación dinámica entre los caminos terrenales y celestiales. Es
decir que los caminos (thaki, término que defino [1999a: 17] como una secuencia
de los cargos ceremoniales a cumplir para convertirse en una persona respetada
e insertada dentro de una comunidad) no sólo son representados en los textiles,
sino también pueden ser influidos por la imaginación de la tejedora (Arnold y
otros, 2000: 40; Arnold, 1994: 98; Fischer, 1999). Arnold (1994: 96, 99)
establece una relación entre la pampa (la parte “llana” del textil que es de un
solo color) y un campo agrícola cultivado, pero en reposo o solamente usado
para el pastoreo y también denominado tayka (madre) del que saldrían crías en
forma de diseños figurativos (saltas).
Las imágenes no sólo expresan el
modelo de la estructura textil, sino también se relacionan con la narración de
cuentos. Según Cristina Bubba quien investiga los tejidos de Coroma
(departamento de Potosí) “los tejidos son una especie de documentos donde está
escrita la historia de cada grupo étnico, además de las diferencias entre
ayllus” (Bubba, 1990: 5). Arnold incluso habla de “una cartografía de lo
imaginario” (2007: 430) y Silverman pone especial énfasis en el carácter del
textil como “medio de comunicación por excelencia” (2001: 72). Generalmente los
textiles contienen figuras (salta) y barras de matices de color (kisa) que
según doña Plácida
Espinosa se copian de los matices de color de las plantas y flores o de los
tipos de tierra. Hablando de los textiles de Isluga (altiplano chileno) tanto
Cereceda (1987: 184) como Dransart estiman que las barras de color son las
partes más importantes del tejido y que las “gradaciones de color llevan más
significación para las tejedoras que los motivos figurativos” (Dransart,
s.f.:10). Según mis informantes estas gradaciones pueden asociarse a las
combinaciones de color que aparecen en los terrenos, pero también con los
colores del arco iris que a su vez tiene implicaciones agro-rituales en
conexión con la lluvia, pero también con respecto al entrelazamiento entre los
tres mundos de Manqha Pacha, Aka Pacha y Alax Pacha como lo señala Fischer (1999: 442) para el contexto de
Upinhuaya. Arnold relaciona las saltas de colores brillantes con “la llegada de las lluvias y el verdor de la
vegetación”
mientras que las angostas listas de color significarían la “preocupación por el agua” y canales de irrigación
(1994: 99). Por otro lado, la misma autora advierte que las listas de un poncho
pueden señalar líneas familiares o productos producidos en la
comunidad como papas, maíz, trigo, habas y cebada
(Ibid.:110).
Tanto en los detalles como en la
forma en que los diseños representan el vientre, el
corazón, los pulmones y la boca de un
animal (Dransart, s.f.: 9), representan también
imágenes simbólicas (no figurativas) en los textiles antiguos
que, según doña Plácida
Espinosa, tienen relación con lo masculino y lo femenino
en conexión con el paisaje rural: las montañas simbolizan al varón
y las pampas se asocian con la mujer (López García, 2001: 40). Se dice que si bien el tejido está
compuesto de dos piezas unidas por una costura, una es masculina y la otra es
femenina. Don Benjamín Ríos menciona que en los textiles se representaban
llamas, zorros, personas, niños, etc. Todavía en los textiles de muchas comunidades se siguen
representando estrellas (wara wara), ojos (nayra), flores y otros. Las figuras
(salta) del textil se componen del intercalado de dos o tres urdimbres de
diferente color y de la trama que no se ve en el acabado. En la salta, es
decir, la parte trabajada con diseños
se incluyen diferentes símbolos que a la tejedora y a su entorno le permiten
“leer” el tejido. A veces estos símbolos se refieren directamente a la
agricultura y al entorno natural y “hablan” de granos y cerros de diferentes
tamaños. A veces surgen interpretaciones
contradictorias, como en el caso del ojo, una figura romboide, que en Carangas
es vista como un cerro mientras que en Upinhuaya (región Charazani) se la
interpreta como laguna y por ende el “ojo” de los cerros (Fischer; 1999).
También parece existir una
connotación sexual: tanto algunas de mis informantes como algunas tejedoras de
Qaqachaka (Arnold; 2007: 120) explican que en ciertos contextos representan sus
vaginas, su fuerza y fertilidad y el deseo de tener hijos. Además existen
elementos como las “olas” que se refieren al propio acto de tejer y de la
torsión de los hilos. En el pasado los tonos eran más apagados y estaban
relacionados con los colores de la tierra mientras que en la actualidad se
están incorporando fosforescentes hilos sintéticos en los guayos y ponchos.
También llama la atención en los textiles (aguayo, poncho, tarillas, etc.) la
inclusión de imágenes como bicicletas, autos, casas, escudos bolivianos y
letras del alfabeto occidental que pueden aparecer en calidad de “adorno”, pero
también formando nombres de personas y lugares (véase también Gisbert, 2003:
91,137). Al igual que otras figuras, aparecen en ambos lados, a cambio de las
imágenes tradicionales que aparecen perfectamente iguales en las dos caras del
textil; la representación de las letras en los textiles sale invertida en uno
de los dos lados, lo que hace pensar en su origen dibujado. Por lo tanto la
imagen del textil no es igual a la del dibujo realizado en una superficie plana
y visible en un solo lado. Las tejedoras que no saben leer las letras
occidentales solo copian las letras en el textil y por esta razón prefieren que
se las dibujen en papel. En algunas ocasiones se confunden, por ejemplo en el
caso de la letra S, que en el tejido salía de forma invertida; pero ya han
encontrado modos de tejerla “a la inversa” para que salga de manera “correcta”.
Doña Plácida
Espinosa cuenta que algunas letras del abecedario tienen ahora nombres aymaras.
Por ejemplo la letra A e Y fueron nombradas utu.
Fuente: El mundo animado de los
textiles originarios de Carangas. Ulpian Ricardo López García.
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