21 octubre, 2013

El tejido de la vida


Beneficios de la Lana-terapia:


Tejido y arte en Venezuela

                                                                                                                         

En Venezuela, país en el que hay una tradición nativa de tejido de fibras naturales que se remonta a varios siglos, antes de la llegada de los españoles, diversos artistas de arte contemporáneo trabajan en este campo con técnicas y formatos originales. En este artículo, Rolando Carmona, curador, nos ofrece una visión sinóptica de la expresión de esta clase de arte en el país.

Tejer las fibras vegetales y modelar el barro son dos acciones claves que habitan la memoria genética de los venezolanos, y es a través de estos materiales que nuestros pueblos originarios resuelven los problemas de ocupación del espacio en la vida cotidiana. Los tejidos en fibra de moriche, el tapiz Wayuu, las hamacas Kariñas hechas en Curagua, la cestería Piaroa, los tejidos de Tintorero y las estructuras solares del Shabono, son solo un vórtice de nuestra amplia tradición artesanal, y de nuestra capacidad innata de manejar composiciones geométricas. ¿Pero cómo afecta esto a las prácticas artísticas contemporáneas?

Para entenderlo podemos revisar dos variantes

1. La influencia de las vanguardias modernas en la estética local, abstracción geométrica y cinetismo, donde el artista local genera apropiaciones modernas utilizando referentes que apuestan por discursos universales, originales, autoreferenciales y sustentados en valores formales como el espacio, tiempo y materia. En este sentido, está la obra de cinco creadores: 

Gego (Hamburgo, 1912 – Caracas, 1994), quien elabora desde los años 50 dibujos sin papel, la reticulárea y un circuito de esculturas donde teje en alambre, sutiles estructuras geométricas de crecimiento rizomático; Ramsés Larzabal (La Habana, 1966), desarrolla una serie de ensamblajes geométricos donde serializa el objeto cotidiano reinterpretándolo para armar líneas y tejidos que crecen en el espacio; Magdalena Fernández (Caracas, 1964), ha realizado diversas obras descomponiendo la retícula, de las cuales se podría destacar su serie “dibujos móviles” desarrollados desde el 2003, donde proyecta en video líneas luminosas que se tejen en el espacio; Isabel Cisneros (Caracas 1962), teje superficies dúctiles hechas a partir de la seriación de planos cerámicos que pueden ser alterados por el espectador; y Lamis Feldman (Maracaibo, 1936), que desde hace unos 10 años realiza tejidos orgánicos levitantes hechos con alambres de plata, telas y pedrería.

2. La segunda variante, está vinculada con una intención posmoderna que pretende revisar el pasado para construir el presente, concientizando habilidades artesanales propias de las comunidades agrícolas y la posibilidad de utilizar el textil como herramienta extrapictórica. En esta línea, un grupo de artistas generan reinterpretaciones de su herencia ancestral, al revisar desde un sentido moderno el imaginario mítico y artesanal que gira en torno al tejido, obras que evidencian las relaciones con el espacio y un alto manejo de la técnica. Tres ejemplos son: 

Edixon Parra (Maracaibo, 1945), que utiliza técnicas de tejido wayuu para elaborar volúmenes orgánicos; Milton Becerra (Colón, 1951), desde los años 80 hace levitar rocas sagradas con tramas hechas en fibra vegetal; María Teresa Torras (España, 1927 Caracas, 2009) realiza desde los años 70 una serie de volúmenes orgánicos elaborados con fibra vegetal, donde se destacan tapices, Macabeos y Palmeras. Ibys Amaya (Península Guajira, 1979), es una artista Wayuu que teje habitáculos biomorfos en mecatillo; y Franco Contreras (Las Piedras, 1953), desde los años 80 trama estructuras abstractas entrelazando delgadas ramas en madera.

En este espíritu, donde el tomar conciencia de las habilidades artesanales se convierte en hecho estético, un grupo de creadores generan situaciones pictóricas a partir del tejido o la costura. Para ellos, la tradición es solo una técnica, no un tema de trabajo; la construcción de sus obras nace a partir de la necesidad de ficcionar sobre el imaginario audiovisual utilizando la actividad manual como nexo con su inconsciente. Ellos son: 

José Ramón Sánchez (Maracaibo, 1938), que elabora desde los años 80 dibujos surrealistas con máquinas de coser y agujas; Boris Ramírez Dala (Barquisimeto, 1950 1997), que intervenía tapices antiguos realizando collages textiles sobre ellos; Reymond Romero (Valencia, 1979) y Abner Leal (Barquisimeto, 1980), quienes recrean nuevos personajes en telas e hilos a partir del imaginario heredado de los dibujos animados y los mangas japoneses; Clemencia Labin (Maracaibo, 1946), quien con la serie “pulpa chic”, elabora volúmenes amorfos y coloridos a través de la superposición de capas en tela; Pedro Tineo (Caripito, 1966) quien elabora pequeños volúmenes en hilo y telas intervenidos con pintura, recreando personajes mutantes; Deborah Castillo (Caracas, 1971), quien ha incursionado en el diseño textil y en la realización de accesorios para el cuerpo.

Desde una visión más discursiva, dejando en segundo plano los problemas formales, existe un grupo de creadores que puntualmente han usado el tejido como acción conceptual: 

Antonieta Sosa (New York, 1940), pionera del conceptualismo, realiza “amarillo, azul, rojo al infinito”, una propuesta duracional desde el año 2002 donde se sienta a tejer una bandera en pro de la conciliación política en el país; Diana López (Filadelfia, 1968), con “muchacha” (1994), que es un tejido encomendado a un grupo de artesanas en Nuevo México donde se recrea la imagen de una mujer asesinada; Alí González (Caracas, 1962), realiza una serie de ensamblajes donde teje tramas sobre sillas y objetos, intentando descomponer su concepción formal; Alessandro Balteo (Caracas, 1972) que teje redes sobre edificaciones de los 50, y trata en ellas de registrar su tránsito por el discurso moderno.

Sea en fibra vegetal, cuerdas sintéticas, lana o tela de peluche, lo cierto es que la creación actual venezolana deja ver grandes destrezas artesanales, propias de una sociedad híbrida como la nuestra, donde nos debatimos a diario entre las aspiraciones de apropiarnos de un discurso estético universal y nuestra herencia popular.

La “tejido-terapia” para la salud mental



Lana-terapia

Aunque tradicionalmente tejer se ha asociado a las señoras mayores de edad, esta práctica es cada vez más común entre mujeres jóvenes, e incluso hombres, que buscan alguna actividad manual para desconectarse, relajarse y fortalecer los lazos sociales. Le contamos de que se trata la lana-terapia.

Los tiempos han cambiado y la mujer moderna, al prepararse para convertirse en una profesional o al trabajar fuera de casa, ya no cuenta con todo el tiempo que necesitaría para aprender a coser, tejer o bordar. Estas labores manuales, que antes formaban parte de la educación que recibía toda mujer, han quedado totalmente relegadas con el ritmo de vida actual. Sin embargo, desde hace algunos años, de la mano de la lana-terapia, el tejido se ha impuesto como una alternativa natural para eliminar el estrés y combatir la depresión.

Desarrollo tecnológico del telar